Blastocito

Desde el momento de la concepción, un fascinante proceso comienza en el interior del útero materno para dar forma a la vida. El óvulo fertilizado se transforma en un conjunto de células especializadas, que dan lugar al desarrollo embrionario. En las primeras etapas de este proceso, surge el blastocito.  

Un blastocito es un conjunto de células que se forman alrededor del día cinco o seis después de que el óvulo es fertilizado. Se trata de una fase del desarrollo previa a la implantación en el útero, donde se convertirá en embrión.  

Después de la unión del óvulo y el espermatozoide, comienza una serie de divisiones celulares que conducen a la formación de una esfera multicelular llamada mórula, que luego se convierte en el blastocito. Así, la travesía del blastocito inicia en las trompas de Falopio, donde se produce la fecundación.

Importancia del blastocito

Al llegar a la fase de blastocisto, las células del embrión comienzan a especializarse en células internas y externas. La masa celular interna, esencial para la formación de tejidos y órganos, se convierte en la base del futuro bebé. 

Así, dentro del blastocisto encontramos dos tipos de células distintas: el trofoblasto, responsable de formar la placenta y el cordón umbilical, y la masa celular interna, que dará origen a todos los órganos y tejidos del futuro bebé.  

Para continuar su desarrollo y adherirse a la pared uterina, el blastocisto primero debe desprenderse de su capa externa, la zona pelúcida, una estructura protectora. Este proceso implica la liberación de señales químicas por parte del blastocito, que desencadena la formación de vasos sanguíneos y un engrosamiento del tejido en el endometrio que facilitarán la adhesión del embrión. 

Una vez en el endometrio, las células exteriores del blastocisto se pegan a este y liberan una proteína pegajosa llamada L-selectina. Estas células exteriores se convertirán en el bebé. Por su parte, las células internas del blastocito se convertirán en la placenta, que permitirá la llegada de oxígeno y nutrientes al bebé en desarrollo. Algunas de estas células placentarias también forman el saco amniótico. 

El blasctocito es fundamental para la fecundación in vitro

La etapa de blastocisto de un óvulo fertilizado es especialmente importante para la fertilización in vitro (FIV). La FIV es el proceso de fecundación del óvulo fuera del cuerpo de la madre, que luego se implantará en el útero. 

Dicha implantación se hace en esta etapa de blastocito y no en estadios previos. Quienes se especializan en la FIV seleccionan los mejores blastocitos según su madurez, número de células y otros criterios de calidad. De hecho, existen varios criterios de clasificación de los blastocitos que evalúan el grado de expansión, la masa celular interna y el trofectodermo. 

Los primeros síntomas de la implantación del blastocito pueden incluir un manchado ligero de sangre, dolores de cabeza, náuseas, cólicos suaves y dolor lumbar.  

No obstante, la etapa de implantación, tanto en los embarazos in vitro como en los naturales, es la etapa más delicada, pues no siempre se presenta de forma exitosa. En estos casos puede desarrollarse un embarazo ectópico. 

Un embarazo ectópico ocurre cuando el blastocito en lugar de implantarse en la cavidad uterina, como es típico, se adhiere en otro lugar, generalmente en las trompas de Falopio. Esta ubicación atípica impide el desarrollo adecuado del embrión y puede tener consecuencias graves para la salud de la mujer. A medida que el blastocito comienza a crecer fuera del útero, puede causar complicaciones como rupturas en las trompas de Falopio, lo que lleva a una emergencia médica.

La detección temprana y la intervención son fundamentales para abordar un embarazo ectópico y proteger la salud materna. 

Como hemos visto, el momento del desarrollo del embrión, cuando se encuentra en fase de blastocito, es determinante para el posterior desarrollo del bebé.