Gripe
La gripe es una enfermedad respiratoria aguda y altamente contagiosa, causada por el virus de la gripe, un miembro de la familia Orthomyxoviridae. Este virus se transmite principalmente a través de gotas respiratorias que se expulsan cuando una persona con la infección estornuda, tose e, incluso, cuando habla. También puede propagarse por contacto con superficies contaminadas cuando después nos tocamos la boca, nariz u ojos.
Los virus de la gripe se clasifican en tres tipos principales que afectan a los humanos: A, B y C. Los tipos A y B son los más comunes y los responsables de la mayoría de las epidemias estacionales. Cada año, estos virus pueden mutar, lo que puede dar lugar a nuevas cepas y a la necesidad de una vacunación anual actualizada.
Síntomas
Los síntomas de la gripe suelen aparecer de manera repentina e incluyen fiebre, tos seca, dolor de garganta, congestión nasal, dolores musculares (mialgias), fatiga intensa, dolor de cabeza y malestar general. Aunque la mayoría de pacientes se recuperan en una o dos semanas sin necesidad de tratamiento médico, la gripe puede ser particularmente peligrosa para ciertos grupos de alto riesgo.
Entre los grupos de alto riesgo se encuentran embarazadas, menores de 5 años, personas mayores de 65 años, y aquellas con enfermedades crónicas, como afecciones cardíacas, pulmonares, renales, diabetes, o con sistemas inmunitarios comprometidos. En estos grupos, la gripe puede llevar a complicaciones graves, como neumonía, bronquitis, exacerbación de enfermedades crónicas y, en algunos casos, incluso la muerte.
Diagnóstico de la gripe
El diagnóstico de la gripe se realiza generalmente mediante la evaluación clínica de los síntomas, aunque en algunos casos se confirma mediante pruebas de laboratorio (RT-PCR) o test rápidos de detección de antígenos. Para el personal sanitario, es muy importante diferenciar la gripe de otras infecciones respiratorias, como el resfriado común o la COVID-19, ya que esto influye en las decisiones de tratamiento de los pacientes, especialmente en aquellos que pertenecen a los grupos de alto riesgo.
El tratamiento de la gripe puede incluir el uso de medicamentos antivirales. Estos antivirales son más efectivos cuando se administran dentro de las primeras 48 horas desde el inicio de los síntomas. Pueden ayudar a reducir la duración y la gravedad de la enfermedad.
La prevención es la estrategia más eficaz para combatir la gripe, y la vacunación anual es la principal medida preventiva. La vacuna contra la gripe está recomendada especialmente para los grupos de alto riesgo y el personal sanitario, quienes están expuestos de manera constante al virus.
La vacuna se actualiza cada año para incluir las cepas más comunes del virus que se espera que circulen durante la temporada de gripe. Además de la vacunación, las medidas higiénicas como el lavado frecuente de manos, el uso de mascarillas y la desinfección de superficies son muy útiles, especialmente en entornos de atención médica, para reducir la transmisión del virus.
La gripe es una enfermedad común, pero potencialmente grave, que requiere atención especial por parte del personal sanitario. La combinación de prevención, diagnóstico temprano y tratamiento adecuado es fundamental para minimizar las consecuencias derivadas de la gripe, especialmente entre las poblaciones más vulnerables.