Úlcera

Una úlcera es una lesión que se produce cuando existe una pérdida de la continuidad del tejido epitelial que recubre una superficie interna o externa del cuerpo. Esta lesión puede afectar a diferentes estructuras, como la piel, las mucosas del tracto gastrointestinal o incluso a vasos sanguíneos.

Las úlceras se caracterizan por un proceso de necrosis y pérdida de tejido, con dificultades para cicatrizar adecuadamente. Pueden deberse a múltiples causas, como infecciones, alteraciones vasculares, traumatismos, tumores o enfermedades autoinmunes, y pueden variar en gravedad desde úlceras superficiales hasta lesiones profundas y crónicas. 

La prevalencia y la incidencia de las úlceras varían dependiendo del tipo de úlcera y su localización. Por ejemplo, las úlceras por presión, comunes en pacientes inmovilizados o con movilidad reducida, tienen una incidencia anual de entre el 5% y el 15% en pacientes hospitalizados o en residencias de ancianos. Las úlceras pépticas, por otro lado, afectan a aproximadamente el 1% de la población mundial cada año, siendo más frecuentes en adultos mayores y asociadas a la infección por Helicobacter pylori o al uso de antiinflamatorios no esteroideos (AINEs). Las úlceras venosas representan hasta el 80% de todas las úlceras crónicas en las extremidades inferiores y son comunes en personas con insuficiencia venosa crónica. Las úlceras diabéticas afectan a un número importante de personas con diabetes, y son una causa importante de morbilidad en esta población. 

Factores de riesgo

Los factores de riesgo para desarrollar úlceras dependen de su etiología y localización. Entre los factores generales destacan el envejecimiento, ya que con la edad disminuye la capacidad de regeneración tisular, así como el estado nutricional deficiente, lo que afecta la cicatrización.

Las úlceras por presión son más comunes en personas que permanecen inmovilizadas por largos periodos, como los pacientes postrados en cama o con movilidad reducida.

En las úlceras pépticas, el principal factor de riesgo es la infección por Helicobacter pylori, así como el uso crónico de AINEs, tabaco y consumo excesivo de alcohol.

Las úlceras vasculares, tanto las venosas como las arteriales, están relacionadas con patologías como la insuficiencia venosa crónica, la arteriopatía periférica, y el tabaquismo.

Las úlceras diabéticas son particularmente comunes en pacientes con neuropatía diabética y control glucémico deficiente, que afecta la circulación y la percepción de dolor, lo que predispone a lesiones que progresan a úlceras. 

Tipos de úlceras

Existen diferentes tipos de úlceras dependiendo de su etiología y localización. Los tipos principales incluyen: 

  • Úlcera por presión: también conocidas como escaras o úlceras de decúbito, son lesiones que ocurren en áreas donde el tejido es comprimido entre una prominencia ósea y una superficie externa durante un período prolongado. Afectan comúnmente a pacientes inmovilizados y se desarrollan en sitios como los talones, el sacro y las caderas. 

  • Úlcera péptica: se localizan en la mucosa gástrica o duodenal y se asocian principalmente a la infección por Helicobacter pylori o al uso de AINEs. Pueden complicarse con perforación, hemorragia o estenosis. 

  • Úlcera venosa: son lesiones crónicas de la piel que ocurren generalmente en la parte inferior de las piernas como resultado de una insuficiencia venosa crónica. Se caracterizan por ser indoloras o de dolor leve y suelen ir acompañadas de edema, hiperpigmentación y dermatitis venosa. 

  • Úlcera arterial: son consecuencia de la arteriopatía periférica y la isquemia tisular. A menudo son dolorosas, se desarrollan en las áreas distales (como los pies o los dedos) y tienen bordes bien definidos. 

  • Úlcera diabética: son comunes en personas con diabetes, generalmente localizadas en los pies debido a la combinación de neuropatía periférica y enfermedad vascular periférica. Tienen un alto riesgo de infección y, si no se tratan adecuadamente, pueden llevar a la amputación. 

  • Úlceras malignas: son lesiones cutáneas crónicas que ocurren como resultado de cánceres de piel o tumores metastásicos. Pueden ser dolorosas, de crecimiento rápido y malolientes, y su tratamiento suele requerir tanto terapias locales como sistémicas. 

Diagnóstico de las úlceras

El diagnóstico de las úlceras comienza con una historia clínica detallada y un examen físico cuidadoso para identificar el tipo y la causa subyacente de la lesión. Es importante evaluar factores predisponentes como enfermedades crónicas (diabetes, insuficiencia venosa, trastornos autoinmunes), antecedentes de uso de fármacos (AINEs, corticoides), y hábitos de vida (tabaquismo, consumo de alcohol).

En el caso de las úlceras por presión, se clasifica la gravedad de la úlcera en función de su profundidad, desde la afectación superficial de la piel hasta la exposición de músculos y huesos. Para las úlceras pépticas, los estudios diagnósticos incluyen endoscopia gastrointestinal alta y pruebas para Helicobacter pylori. En úlceras vasculares, pueden ser útiles los estudios de imagen como la ecografía Doppler o la angiografía para evaluar la circulación. En úlceras que no cicatrizan o en aquellas con características atípicas, puede ser necesaria una biopsia para descartar malignidad. 

Tratamiento de las úlceras

El tratamiento de las úlceras varía dependiendo del tipo y la etiología, pero el objetivo principal es promover la cicatrización y prevenir complicaciones. Para las úlceras por presión, las intervenciones incluyen cambios posturales frecuentes, uso de superficies de soporte especiales (como colchones antiescaras), y cuidados locales de la herida con desbridamiento si es necesario.

Las úlceras pépticas requieren tratamiento con inhibidores de la bomba de protones (IBP) y, en casos positivos para Helicobacter pylori, se emplean antibióticos para erradicar la infección. En las úlceras venosas, la compresión es fundamental para mejorar el retorno venoso, junto con cuidados locales de la herida y terapia con apósitos especiales.

Las úlceras arteriales pueden requerir revascularización quirúrgica o intervencionista para mejorar la perfusión tisular, además del manejo local de la herida. En las úlceras diabéticas, el control estricto de la glucemia es esencial, así como la descarga del peso sobre la úlcera mediante dispositivos ortopédicos o reposo. Además, las infecciones deben ser tratadas con antibióticos adecuados, y en algunos casos avanzados, puede ser necesario realizar amputaciones parciales.