Uveítis
La uveítis es una inflamación de la úvea, que es la capa media del ojo, compuesta por el iris, el cuerpo ciliar y el coroides. Esta inflamación puede afectar una o más partes del ojo y, en función de la localización anatómica, se clasifica en diferentes tipos:
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Uveítis anterior (la más común).
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Uveítis intermedia
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Uveítis posterior o panuveítis (cuando afecta a todo el globo ocular).
La uveítis es una enfermedad que puede variar en severidad, desde cuadros leves que responden rápidamente a tratamiento, hasta formas graves que pueden causar complicaciones o pérdida de la visión. Esta condición puede ser idiopática o estar asociada a enfermedades sistémicas autoinmunes, infecciones o traumatismos.
La uveítis representa entre el 10% y el 15% de los casos de ceguera en países desarrollados, lo que la convierte en una causa significativa de discapacidad visual. La incidencia anual de uveítis varía según la población y la región, pero se estima en 17 a 52 casos por cada 100.000 habitantes.
Es más frecuente en adultos jóvenes, con una edad promedio de aparición entre los 20 y 50 años. Las uveítis anteriores son las más prevalentes, representando aproximadamente el 60-70% de todos los casos. La incidencia puede ser mayor en pacientes con enfermedades autoinmunes, como la espondilitis anquilosante, artritis reumatoide juvenil o la enfermedad de Behçet, y en personas con predisposición genética, como aquellos que son positivos para el antígeno HLA-B27.
Factores de riesgo
Existen múltiples factores de riesgo para la aparición de la uveítis. En primer lugar, las enfermedades autoinmunes o inflamatorias sistémicas, como la espondilitis anquilosante, la sarcoidosis, la artritis idiopática juvenil, la enfermedad de Behçet y la esclerosis múltiple, están fuertemente asociadas con la uveítis.
Las infecciones también son un factor importante, ya que agentes como el virus del herpes simple, el virus del herpes zóster, el citomegalovirus, y el parásito Toxoplasma gondii pueden causar uveítis infecciosa. Los traumatismos oculares y las cirugías intraoculares también pueden desencadenar inflamación uveal. Además, factores genéticos, como el mencionado antígeno HLA-B27, aumentan el riesgo de desarrollar la uveítis, especialmente la anterior. Otras condiciones, como el tabaquismo y la exposición a determinadas toxinas, se han señalado como factores de riesgo potenciales, aunque con menor evidencia.
Diagnóstico y tratamiento de la uveítis
El diagnóstico de la uveítis se realiza mediante una combinación de historia clínica detallada y un examen oftalmológico exhaustivo. Los síntomas principales incluyen dolor ocular, enrojecimiento, fotofobia, visión borrosa y presencia de cuerpos flotantes en el campo visual. El examen con lámpara de hendidura es fundamental para evaluar el grado y la localización de la inflamación. En el caso de sospecha de una enfermedad sistémica subyacente, es importante realizar estudios adicionales, como serologías para identificar posibles infecciones (herpes, citomegalovirus, toxoplasmosis), estudios de imagen como la tomografía de coherencia óptica (OCT) o la angiografía con fluoresceína, y pruebas genéticas para identificar marcadores como el HLA-B27. En algunos casos, puede ser necesario realizar una punción lumbar o una biopsia para el diagnóstico preciso de enfermedades sistémicas o neoplásicas asociadas a la uveítis.
El tratamiento de la uveítis depende de la etiología y la gravedad de la inflamación. En la mayoría de los casos, se utilizan corticoides tópicos o sistémicos para controlar la inflamación, siendo los colirios de corticosteroides (como la prednisolona) de primera línea en uveítis anterior leve o moderada.
En casos más graves o en formas posteriores, se pueden requerir corticosteroides orales o inyectables. Además, se pueden utilizar midriáticos (como la atropina) para prevenir sinequias (adherencias entre el iris y el cristalino) y aliviar el dolor al reducir los espasmos del músculo ciliar.
En pacientes con uveítis crónica o refractaria, se pueden emplear inmunosupresores como el metotrexato o ciclosporina, o incluso agentes biológicos como los inhibidores del factor de necrosis tumoral (TNF) en uveítis asociada a enfermedades autoinmunes. En los casos de uveítis infecciosa, el tratamiento debe centrarse en la erradicación del agente causal mediante el uso de antivirales, antibióticos o antiparasitarios.