El clavo y la bota o como empezamos a entender la percepción del dolor
En 1995, la British Medical Journal, publicaba el caso de un joven de la construcción de 29 años edad que saltó accidentalmente sobre un clavo de 15 cms de longitud, atravesando este su bota de seguridad al completo. El joven se encontraba en tal estado de agonía por el dolor que el más mínimo movimiento le producía una sensación indescriptible de sufrimiento. Cuando llego al hospital, los servicios de emergencia lo sedaron y procedieron a retirar la bota atravesada del pie del joven, ante lo cual se llevaron una enorme sorpresa: el clavo NO había tocado el pie joven. Simplemente, había penetrado entre dos de sus dedos.
Este suceso nos llevaba a una cuestión clara ¿Qué estaba pasando ahí? Si el joven no había sufrido ningún daño por el clavo, ¿de dónde procedía toda esa agonía? ¿Qué factores condicionan la percepción del dolor?
Escrito por Pablo García Prados, fisioterapeuta y docente del área de psicología de INESALUD.
Durante muchos años los científicos han tendido a relacionar el dolor con el daño. Desde ese prisma, cuanto más severo era el daño, más severo era el dolor. Pero cuanto más aprendemos sobre el dolor, más nos damos cuenta de que la relación entre el daño y el dolor no siempre es lineal. Ni siquiera en un organismo con un sistema nervioso completamente funcional. Las experiencias clínicas nos muestran que puede existir mucho dolor en presencia de un daño mucho menor o incluso ante la evidencia de no presentar ningún daño físico aparente (1).
Entonces, ¿Qué ocurre aquí? ¿Acaso esta experiencia de dolor es fingida? ¿Es acaso el dolor psicológico o psicosomático? Antes de nada, tenemos que entender dos procesos que ocurren de manera simultánea en el dolor: la nocicepción y la experiencia de dolor.
Nocicepción y dolor
La nocicepción es la parte del sistema nervioso encargada de generar reacciones de protección ante estímulos dañinos o potencialmente dañinos. Estas terminaciones nerviosas libres distribuidas por todo el cuerpo detectan estímulos químicos, térmicos o mecánicos. En caso de que estos estímulos activen estas vías protectoras, la señal emergerá al cerebro quien desemboca la respuesta de dolor, indicando que el cuerpo necesita protección.
Evidentemente, la respuesta de dolor tiene un sentido biológico de protección donde ponemos a salvo nuestro cuerpo para favorecer la curación de los tejidos lesionados. Pero sabemos que hay muchos factores que condicionan la experiencia de dolor, haciéndolo menos útil, carente de un sentido biológico como tal.
Factores condicionantes
Existen factores biológicos que incrementan la sensibilidad de los nociceptores ante estímulos repetidos, lo que conocemos como sensibilización periférica. Esta puede hacer que incluso el tacto suave sea doloroso (fenómeno denominado como alodinia). Esos sistemas de protección, los nociceptores, se vuelven más sensibles o especialistas ante los estímulos que antes no generaban respuesta, amplificando el mensaje.
Esto lo podemos encontrar en pacientes que cursan con dolor crónico, que, de una manera vaga y simple, se define como aquel dolor que dura más de 3 meses. Este ciclo de dolor mantenido en el tiempo mantiene unos sistemas de alarma tanto conscientes, inconscientes, como neurofisiológicos y moleculares, que mantiene este ciclo de perpetuación del dolor a lo largo del tiempo.
Y no solo factores biológicos influencian el dolor. Factores psicológicos tales como la depresión, las emociones (como el miedo), los recuerdos relacionados con el dolor que tengamos (como las experiencias de la infancia) o las expectativas ante el tratamiento (hayamos tenido experiencia previa o nos haya informado nuestro entorno) van a influenciar cuánto dolor y cómo lo experimentamos. También factores del entorno o sociales, como el apoyo familiar o el acceso a un sistema sanitario con relativa facilidad, afectan a la percepción del dolor.
Abordaje completo del dolor
Todo esto nos abre una nueva visión ante como tenemos que tratar el dolor y desde que ámbitos. En conclusión, existe una única forma: desde el abordaje multidisciplinar. El trabajo combinado de anestesiólogos, psicólogos, fisioterapeutas, enfermeras y profesionales sociosanitarios como los trabajadores sociales permite siempre un mejor entendimiento y abordaje del dolor de nuestro paciente.
Estamos solo comenzando a entender lo que supone el dolor crónico. Estructuras como la microglía, que anteriormente se entendía como un medio de soporte, de nutrición y hasta de eliminación de desechos, hoy en día sabemos que tiene un rol importante en la regulación de las respuestas del sistema nervioso a través de procesos como por ejemplo la plasticidad sináptica.
Esta comprensión cada vez mayor del entorno regulatorio del sistema nervioso central orienta los tratamientos farmacológicos de manera que podamos realizar terapias dirigidas, prácticamente individualizadas, con grandes implicaciones, no solo hacia el tratamiento sino hacia la prevención.
¿Qué conclusiones sacamos?
Entender el dolor y la percepción del dolor como algo más que lo puramente físico o biológico es ante todo una buena noticia. Una de cada cinco personas a lo largo del mundo sufre de dolor crónico, y estos avances en investigación abren una nueva esperanza en el tratamiento y mejora de la calidad de vida de todas aquellas personas que lo sufren.
(1) Cuando hablamos de ningún daño físico aparente, nos referimos a un daño físico evidenciable con las pruebas diagnósticas y de imagen consideradas como “gold standard” en cada patología, las cuales pueden llegar a no detectar cambios tisulares reales que pudieran justificar de alguna manera el dolor (ej. Fibras nociceptivas de pequeño calibre)
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Referencias
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Fisher JP, Hassan DT, O’Connor N. Minerva. BMJ. 1995 Jan 7;310(70).
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Alcántara Montero, A., Pacheco de Vasconcelos, S. R., Goicoechea García, C., & Peñato Tarifa, F. (2021). Role of microglia in the pathophysiology of neuropathic pain. Neurology Perspectives, 1(3), 192–194.
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Edwards, R. R., Dworkin, R. H., Sullivan, M. D., Turk, D. C., & Wasan, A. D. (2016). The role of psychosocial processes in the development and maintenance of chronic pain. The Journal of Pain: Official Journal of the American Pain Society, 17(9), T70–T92.
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Chen, G., Zhang, Y.-Q., Qadri, Y. J., Serhan, C. N., & Ji, R.-R. (2018). Microglia in pain: Detrimental and protective roles in pathogenesis and resolution of pain. Neuron, 100(6), 1292–1311.