La era de las patologías digestivas
Las patologías digestivas se han convertido en un desafío global para la salud pública, ya que su incidencia ha aumentado por motivos como cambios en los patrones tradicionales de alimentación, estrés, disbiosis o globalización alimentaria.
Trastornos como el síndrome del intestino irritable, la enfermedad de Crohn y las intolerancias alimentarias están asociadas al consumo excesivo de alimentos ultraprocesados, sensibilidad al gluten y vínculos con enfermedades sistémicas como obesidad y diabetes. Su tratamiento requiere un enfoque integral, incluyendo atención médica, tratamientos individualizados, promoción de hábitos saludables y políticas preventivas. Avances científicos y una mayor conciencia pública son necesarios para mitigar el impacto de estas patologías.
Escrito por Cristina García Serrano, nutricionista y docente del área de nutrición de INESALUD.
Patologías digestivas: causas y síntomas
Durante el proceso de digestión, los alimentos y bebidas se descomponen en componentes más pequeños, conocidos como nutrientes, que el cuerpo puede absorber y utilizar como fuente de energía para llevar a cabo sus funciones vitales.
Las enfermedades del aparato digestivo son un conjunto de afecciones que impactan el sistema gastrointestinal, afectando su estructura o función y generando síntomas que van desde molestias leves hasta complicaciones graves. Estas enfermedades pueden dividirse en varias categorías según su origen y características:
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Trastornos funcionales: Como el síndrome del intestino irritable (SII), la dispepsia funcional, el reflujo gastroesofágico (ERGE) y acidez estomacal, así como otros problemas en el intestino grueso, estómago e intestino delgado, que se caracterizan por síntomas como dolor abdominal, hinchazón y alteraciones en el tránsito intestinal, sin que exista una lesión estructural visible.
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Enfermedades inflamatorias: Por ejemplo, la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa o problemas en la vesícula biliar, son afecciones crónicas que producen inflamación en el tubo digestivo, con episodios de brotes y remisiones.
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Trastornos metabólicos con manifestaciones clínicas: Como la obesidad, la diabetes tipo 2 o el hígado graso no alcohólico, que suelen acompañarse de síntomas digestivos debido a su relación con el metabolismo.
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Intolerancias y alergias alimentarias: la celiaquía o la intolerancia a la lactosa pueden afectar a la absorción de nutrientes y generar otros problemas de salud relacionados con estos déficits.
Factores del aumento de la incidencia
Una de las principales razones de alta incidencia son los cambios en la dieta tradicional. Estos cambios se caracterizan por un consumo elevado de alimentos ultraprocesados, ricos en grasas saturadas, azúcares refinados y aditivos, pero pobres en fibra y nutrientes esenciales.
Estos cambios, además de provocar patologías digestivas, también afectan a la microbiota intestinal, que es el conjunto de microorganismos que habitan el tracto gastrointestinal humano.
Las alteraciones en la microbiota reciben el nombre de disbiosis, y son el eje central de numerosas patologías. Este desequilibrio puede estar causado por una dieta pobre en fibra, el uso indiscriminado de antibióticos, infecciones intestinales previas y otros factores ambientales. La disbiosis no solo afecta al sistema digestivo, sino que también puede influir en otros órganos, contribuyendo a un estado de inflamación crónica de bajo grado.
El estrés crónico, asociado a un estilo de vida acelerado, es otro factor importante. La explicación a esto se encuentra en una hormona llamada grelina u “hormona del hambre”, que tiene la misión de regular el apetito.
De la misma manera, el sedentarismo también contribuye a problemas digestivos, ya que ralentiza el tránsito intestinal, propiciando el desarrollo de condiciones metabólicas con manifestaciones digestivas.
Relación de patologías digestivas con otras patologías
El impacto de las patologías digestivas trasciende el sistema gastrointestinal, ya que su relación con otras enfermedades sistémicas ha sido ampliamente documentada. Este vínculo se explica, en gran parte, por la interacción entre la microbiota intestinal, el sistema inmunológico y el metabolismo, lo que convierte al aparato digestivo en un eje central de la salud integral.
Una de las conexiones más estudiadas es la relación entre los trastornos digestivos y las enfermedades metabólicas, como la obesidad y la diabetes tipo 2. La disbiosis intestinal, caracterizada por un desequilibrio en la composición de la microbiota, puede contribuir al desarrollo de resistencia a la insulina y a la inflamación crónica de bajo grado, dos factores clave en estas enfermedades.
Además, las enfermedades digestivas están asociadas a trastornos neuropsiquiátricos, como la depresión y la ansiedad, a través del llamado eje intestino-cerebro. Este canal bidireccional permite que las alteraciones en el microbioma intestinal influyan en el estado anímico y cognitivo mediante la producción de neurotransmisores y la modulación de la respuesta inflamatoria.
También existen vínculos significativos con enfermedades autoinmunes, como la artritis reumatoide y el lupus. En estos casos, la permeabilidad intestinal aumentada, conocida como "intestino permeable", puede facilitar el paso de moléculas inflamatorias al torrente sanguíneo, desencadenando respuestas inmunológicas aberrantes.
También se han relacionado varios tipos de cáncer con desequilibrios en la microbiota, pues el consumo excesivo de determinados alimentos, como la carne roja, pueden provocar cambios en la microbiota que desemboque en un mayor riesgo de sufrir tumores malignos.
Prevención de patologías digestivas
Ante esta situación surge la necesidad de disponer de estrategias de prevención efectivas que aborden tanto factores individuales como estructurales. La prevención no solo reduce la carga de estas enfermedades en los sistemas de salud, sino que también mejora significativamente la calidad de vida de las personas al evitar complicaciones crónicas y comorbilidades.
La base de la prevención es la promoción de una dieta variada y equilibrada, rica en frutas, verduras, granos integrales, introducción de probióticos y prebióticos, pescados ricos en ácidos grasos omega-3 o aumentar la ingesta de legumbres. Y a esto hay que sumar la reducción de alimentos ricos en grasas saturadas, harinas y azúcares refinados y aditivos químicos. Así como aumentar la práctica de ejercicio físico diario
A nivel poblacional, las políticas públicas desempeñan un papel clave en la prevención. Es necesario implementar campañas educativas que promuevan hábitos de vida saludables y fomenten el conocimiento sobre las señales de alerta de las enfermedades digestivas. Estas iniciativas deben ir acompañadas de medidas que garanticen el acceso a alimentos frescos y saludables, especialmente en comunidades vulnerables, donde la alimentación de calidad puede ser limitada.
Conclusión
Como ya se ha visto, la creciente prevalencia de trastornos como el síndrome del intestino irritable, la enfermedad de Crohn y las intolerancias alimentarias, subrayan la necesidad urgente de abordar no solo los tratamientos médicos, sino también los factores subyacentes que fomentan su aparición, como la disbiosis intestinal y el consumo de alimentos ultraprocesados. La interconexión de estas patologías con otras enfermedades metabólicas, neuropsiquiátricas y autoinmunes resalta la importancia de una visión holística e integradora para su manejo y prevención.
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