Diálogo abierto: cuando el cuerpo habla
El diálogo abierto es un término aceptado en el ámbito de la salud mental originado en Finlandia durante los años 80. Este enfoque terapéutico se destaca por su capacidad para integrar a la familia, amigos y profesionales en conversaciones significativas, donde la experiencia de cada participante es bienvenida.
Sin embargo, más allá de sus beneficios psicológicos y sociales, el diálogo abierto invita a considerar cómo nuestras reuniones y conversaciones afectan no solo nuestra mente, sino también nuestro cuerpo.
Escrito por Cristina Molina Gallego, psicóloga y docente del área de psicología de INESALUD.
Las reuniones del diálogo abierto son encuentros donde la comunicación no solo es verbal, sino también corporal. En estas reuniones, el cuerpo juega un papel importante: desde cómo nos sentamos, cómo nos movemos, hasta cómo respiramos. Cada gesto, postura y expresión facial se convierte en parte del diálogo, influyendo en la atmósfera y en la dirección que toma la conversación. Así, el diálogo abierto no solo se escucha con los oídos, sino que se vive y se siente con todo el cuerpo.
El cuerpo como parte del diálogo
El cuerpo humano es un canal de comunicación como las palabras que articulamos. La forma en que nos sentamos en una reunión, nuestra postura, la manera en que respiramos y nuestros gestos, todos estos elementos hablan tanto de nosotros como nuestras palabras. En el contexto del diálogo abierto, los cuerpos de los participantes no son meros receptores pasivos de información.
En las reuniones de diálogo abierto, es común que todos los participantes se sienten en un círculo, una disposición que facilita el contacto visual y crea un sentido de igualdad entre todos los presentes. Así cada persona es vista y escuchada por igual. No hay jerarquías y la comunicación fluye libremente entre todos los involucrados. Aquí, el cuerpo está completamente integrado en el proceso, reflejando y respondiendo al diálogo que se desarrolla.
La escucha corporal
El concepto de escucha en el diálogo abierto es algo más que oír las palabras que se pronuncian. Se trata de una "escucha corporal", donde los participantes están sintonizados con las señales no verbales de los demás. Esta forma de escuchar implica estar atento a la respiración de la otra persona, sus pausas, sus tensiones y relajaciones musculares, y cómo todo esto afecta la dinámica de la conversación.
La respiración, por ejemplo, es un elemento importante en la comunicación corporal. En el diálogo abierto, los participantes pueden ser conscientes de su respiración y la de los demás, utilizando esta conciencia para regular el ritmo de la conversación. Una respiración calmada puede transmitir tranquilidad y seguridad, mientras que una respiración rápida o entrecortada puede indicar ansiedad o tensión.
Movimientos y gestos como herramientas de conexión
Los movimientos y gestos son también parte integral del diálogo abierto. Los gestos, que pueden ser tan simples como un asentimiento con la cabeza o un cambio de postura, tienen un impacto significativo en la interacción grupal. Un gesto de apertura, como inclinarse ligeramente hacia adelante, puede invitar a la otra persona a abrirse y compartir más. Por otro lado, cruzar los brazos o apartar la mirada puede considerarse una señal de cierre o desconexión.
En el diálogo abierto, se anima a los participantes a ser conscientes de sus propios gestos y a observar los de los demás. Esta observación no es para juzgar, sino para comprender mejor cómo cada persona se está sintiendo y cómo está participando en la conversación. Las personas, en particular, pueden utilizar sus gestos y movimientos para guiar la conversación, creando un espacio en el que todos se sientan cómodos y valorados.
Creando un espacio seguro a través del cuerpo
Uno de los objetivos principales del diálogo abierto es crear un espacio seguro donde las personas se sientan libres de expresarse. El cuerpo se centra en la creación de este espacio. Una persona que está relajada y presente, con una postura abierta y gestos acogedores, puede hacer que los participantes se sientan más seguros y dispuestos a compartir.
La seguridad no solo se siente en el ambiente emocional, sino también en el físico. En un entorno donde el cuerpo está en sintonía con la conversación, donde se respetan los espacios personales y se cuida el lenguaje corporal, los participantes pueden relajarse y ser más auténticos en su comunicación. Este ambiente de seguridad es principal para que el diálogo abierto cumpla su función de sanación y resolución.
En resumen, el diálogo abierto es mucho más que una técnica terapéutica; es una experiencia que involucra tanto la mente como el cuerpo. En estas reuniones, el cuerpo no solo es un receptor pasivo, sino un participante activo que contribuye al flujo y la profundidad de la conversación. Al estar atentos a cómo nuestros cuerpos participan en el diálogo, podemos mejorar la calidad de nuestras interacciones, crear espacios más seguros y auténticos, y fomentar una comunicación más profunda y significativa. Así, se convierte en una práctica que se vive y se siente con todo el cuerpo, transformando nuestras reuniones en experiencias conectadas y gratificantes.